sábado, 2 de noviembre de 2024

Grupo Carrsa



I

Estaba la parca pasando por Carrsa 
cuando vio a los chicos en marcha.
La auditoría en espera estaba 
pues ellos ya con los recibos de Jovan soñaban. 
El contador solos los quería dejar 
porque su parte ya habría de terminar, 
pero los chicos pedían a la parca 
que a Jovan le dieran la lana.




II

Llego la calaca a grupo Carrsa,
timbraba y timbraba y nadie le abría
pues recepción por un largo tiempo nadie atendía.
Entra la flaca, y por el contador preguntó.
Está muy ocupado, le contestaron,
si quiere hablar con él, espere sentado...
Cuando el conta por fin bajó
de ver a la calaca se alegró.
Qué bueno que llegaste, y aplaudió.
Denle un lugar para trabajar,
Y que se ponga a hacer recibos de Jovan...
Aquí no perdonan nada, la calaca dijo,
pues no venía a trabajar, venía por ti, ca... nijo
Este año la libraste
pero a mis discípulos del SAT has de encontrarte.



Calavera para Alexandro Roque - Armando Tumbas

El día de muertos llegó, es tiempo de calaveras,
les voy a contar la historia de un escritor “de a deveras”.
Nació en San Luis Potosí, tierra de mucha cultura,
hoy descansa en santa paz, guardado en la sepultura.

Resulta que el literato hizo una obra exitosa,
Memorias funambulistas, con la que ganó una rosa.
El premio lo recibió sin mayores incidentes,
hubo gran celebración entre todos los presentes.

Esa obra la logró, inspirado por Fabiola,
El Circo, sin parangón, estimuló su memoria.
De los cuentos infantiles saltó a versos excelentes,
guardando un gran equilibrio asombró a toda la gente.

Roque estaba tan volado que llegó a perder el piso,
quería caminar la cuerda en medio de un precipicio.
“Si con las letras lo hice, también en la vida real,
¡nadie se me ponga enfrente, no me vayan a estorbar!”.

La muerte que es muy taimada, le fomentó la locura:
“Lánzate, Roque ¡tú puedes! ¡Demuéstrales tu bravura!”
Alexandro decidido, una cuerda preparó,
que entre las torres gemelas de Catedral instaló.

Era un Domingo de Gloria, día por demás religioso,
todo San Luis observaba, no faltaba ni un chismoso.
—Yo pienso que sí la libra, es un cuate muy fregón.
—Yo creo que pierde la vida, por andar de valentón.

Opiniones encontradas motivaron las apuestas,
Fabiola dijo asombrada: “¡Qué fregaderas son estas!
Esto ya parece un circo, de esos de muy mala muerte,
espero que no se caiga, que lo acompañe la suerte”.

Empezó la travesía por la cuerda, vacilante,
el escritor, muy nervioso, poco a poco fue adelante.
Luego un viento malicioso alteró toda la escena,
la muerte estaba soplando, eso no era cosa buena.

Sopló tan fuerte la flaca que la cuerda bailoteó,
Roque no pudo con eso y pronto trastabilló.
Al perder el equilibrio se proyectó al precipicio.
“¡Echen paja!”, suplicó, pero nadie caso le hizo.

Al frente de Catedral, terminó en suelo sagrado,
los curiosos le miraban todito despanzurrado.
Se cobraron las apuestas sin la mayor dilación,
pa que nadie aprovechara la tremenda confusión.

La parca tomó su alma, dejó solo la basura,
lo recogieron con pala y le dieron sepultura.
Quedó envuelto en un petate, para cajón no alcanzó.
Alguno de los dolientes un epitafio escribió:

“Alexandro fue un autor de buena prosa y poesía,
un gran legado dejó, se esforzaba cada día.
Caminar la cuerda floja no fue su mejor talento,
pero nunca desistió y se murió en el intento”.

Muertos y fantasmas - José Gustavo Dávila Bueno

Y sin embargo me duele
Decirle adiós a la vida,
Esa cosa tan de siempre,
Tan dulce y tan conocida.

Miro en el alba mis manos,
Miro en las manos las venas;
Con extrañeza las miro
Como si fueran ajenas.

Jorge Luis Borges, Milonga de Manuel Flores

Sus padres fallecieron años atrás. Y aunque nadie la desea, y no se está preparado para su llegada, su muerte —aunque precipitada por la enfermedad— tuvo un desenlace tranquilo que transcurrió en su casa hasta el último de sus días.

Se acercaba el día de muertos y, como cada año, Armando se preparaba a poner el altar en memoria de sus padres. Era una costumbre que había adquirido de ellos al observarlos desde niño recordando a sus seres queridos cada año con esa ofrenda tradicional, tan mexicana. El trajín cotidiano y el exceso de trabajo hacían que dispusiera de poco tiempo para tal menester, así que aprovechó un fin de semana para ir comprando todos los elementos requeridos.

Comenzó con un pequeño petate o mantel blanco para que pudieran descansar durante su regreso a este mundo y donde serían colocados los demás elementos. Paseaba por los pasillos del mercado entre puestos de las más diversas mercancías mientras aspiraba el olor de las guayabas y las mandarinas, caminaba contemplando el colorido de las granadas, los membrillos y los chicozapotes.

Fue reuniendo poco a poco todos los avíos que necesitaba: Agua, que simboliza la pureza y saciaría la sed de los difuntos; la sal que evitaría que su cuerpo se corrompiera durante su visita a este mundo; el copal e incienso para alejar a los malos espíritus; papel picado en señal de luto; un par de calaveritas de azúcar para recordar que del polvo venimos y polvo volveremos a ser; pan de muertos para celebrar el ciclo de la vida; las veladoras que alumbran el camino de las ánimas y nos llenan de fe y esperanza con su retorno; una cama de cempasúchil, pues su olor es indispensable para atraer a los muertos; pequeñas flores como invitación alegre a que se reúnan con sus seres queridos; un arco de flores color carmesí que recuerda la entrada al mundo de los muertos, y la santa cruz, que en México, aun a los más ateos, nos recuerda nuestro origen cristiano.

—¿Conseguiste todo lo que buscabas? —preguntó sus esposa.

—Sí, incluso un perro para el altar.

—¿Un perro?

—Sí, a mi papá siempre le gustó tener un perro en la casa.

—¡Ay, qué bonito! ¿Es un pastor alemán?

—Ajá.

La fotografía de sus padres sería colocada en el centro del altar, junto con algunos objetos personales. Además habría frutas y adornos multicolores, tamales, gorditas, taquitos rojos, mole con arroz, cochinita pibil, dulce de calabaza y tejocote. Su madre tomaría té y su padre disfrutaría el café que tanto le gustaba, acompañado de su inseparable cigarro. Y el perro sin duda sería un buen guía en el Mictlán.

El altar cobró forma poco a poco. No lo terminó en un solo día. Un par de semanas más tarde, el trabajo había finalizado; cada uno de los elemento había sido colocado en su lugar cuidadosamente.

Así llegó la víspera del 2 de noviembre. Armando estaba contento por el resultado. Era un bonito altar de muertos; alegre y colorido, sin duda a sus papás les habría gustado. Por la noche cenó con su esposa y se fue a dormir pensando que su papá y su mamá sin duda los visitarían para disfrutar de la cena que les había preparado. Al día siguiente, tomó una copa de vino para brindar por sus viejos.

Conforme se fue acercando al altar se dio cuenta de que algo había cambiado. La fotografía del altar no era la de sus padres, los objetos personales eran distintos y aun la comida era diferente. Se acercó más para verificar que había pasado y mirar con mayor detalle. En ese momento se percató de que la fotografía sobre las flores de cempasúchil era la suya. Miró sus manos y con sorpresa vio que todo empezó a difuminarse, hasta desaparecer por completo.

Octubre de 2024

Desamparo - Alicia Rosas



Mi madre murió de repente. Aunque tuvo una vida larga, no era su tiempo todavía. Una tarde, el techo que debería haber sido su refugio, cayó sobre ella, en una traición dura y áspera.

Me pareció que yo misma miraba el mundo desde ahí, debajo de los planes fracturados y las palabras sepultadas. Yo había muerto. Y era así porque en ese lugar perdí la parte de mi identidad que dependía de ella. No era más la hija, sino la huérfana. De pronto ya nadie guardaba la contraparte de mis recuerdos.

También ese día murió Dios. Antes no lo sabía, pero Él tenía la figura de mi madre, tenía su voz y su bondad. Y su fiereza.

Quedé, pues, doblemente huérfana, de madre y de Dios, en un mundo desierto, sin fe, sin dulzura, sin su voz.

Aquel día perdí además el miedo. Ese que atormenta a todos los hijos. El día que no quieren descubrir nunca: la fecha de la despedida. Pues, aun si lo perciben cerca, desean mirar a otra parte.

Ahora, después de tantos años, cuando ella tendría más edad, menos vida frente a ella, temo el día en que ya ni en otro universo (uno donde no hubiera encontrado un final adelantado), ni en los sueños, sería posible su vida. Y no sé cómo podré seguir sin el espejismo de su existencia ni siquiera como posibilidad imaginaria, cuando lo único creíble sea el silencio.

Suena un Saxofón en el Cielo

Muerte sin fin / Amor eterno

 

viernes, 1 de noviembre de 2024

Antonio Skármeta (1940-2024)

Fragmento de Ardiente paciencia (El cartero de Neruda):


—¿Cómo se lo explicaría? Cuando usted decía el poema las palabras iban de acá pa’llá.

—¡Como el mar, pues!

—Sí, pues, me movían igual que la mar…

—Te mareaste.

—¡Claro! Yo iba como un barco temblando en sus palabras.

Los párpados del poeta se despegaron lentamente.

—“Como un barco temblando en mis palabras”.

—¡Claro!

—¿Sabes que has hecho, Mario?

—¿Qué?

—Una metáfora… 


Paul Auster (1947-2024)

"La narrativa, sin embargo, se halla en una esfera un tanto diferente de las demás artes. Su medio es el lenguaje, y el lenguaje es algo que compartimos con los demás, común a todos nosotros. En cuanto aprendemos a hablar, empezamos a sentir avidez por los relatos. Los que seamos capaces de rememorar nuestra infancia recordaremos el ansia con que saboreábamos el cuento que nos contaban en la cama, el momento en que nuestro padre, o nuestra madre, se sentaba en la penumbra junto a nosotros con un libro y nos leía un cuento de hadas. Los que somos padres no tendremos dificultad en evocar la embelesada atención en los ojos de nuestros hijos cuando les leíamos un cuento. ¿A qué se debe ese ferviente deseo de escuchar? Los cuentos de hadas suelen ser crueles y violentos, describen decapitaciones, canibalismo, transformaciones grotescas y encantamientos maléficos. Cualquiera pensaría que esos elementos llenarían de espanto a un crío; pero lo que el niño experimenta a través de esos cuentos es precisamente un encuentro fortuito con sus propios miedos y angustias interiores, en un entorno en el que está perfectamente a salvo y protegido. Tal es la magia de los relatos: pueden transportarnos a las profundidades del infierno, pero en realidad son inofensivos".

Natalia Lafourcade y Balkan Paradise Orchestra: una historia del Día de Muertos

Alberto Enríquez (1946-2024)

Nació en Aquismón, San Luis Potosí, el 15 de noviembre de 1946. Narrador y poeta. Estudió Psicología en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Fundador del taller literario de la Casa de la Cultura de San Luis Potosí. Premio Fundación de Mérida, 1979, por Fatiga azul de marinero. Premio Hispanoamericano de Cuento, 1980, por Te juro por ésta. Premio Nacional de Cuento 1981 por Hoy las violetas duermen. y muchos otros premios. Hay que rescatar y reeditar su obra.