sábado, 2 de noviembre de 2024

Calavera para Alexandro Roque - Armando Tumbas

El día de muertos llegó, es tiempo de calaveras,
les voy a contar la historia de un escritor “de a deveras”.
Nació en San Luis Potosí, tierra de mucha cultura,
hoy descansa en santa paz, guardado en la sepultura.

Resulta que el literato hizo una obra exitosa,
Memorias funambulistas, con la que ganó una rosa.
El premio lo recibió sin mayores incidentes,
hubo gran celebración entre todos los presentes.

Esa obra la logró, inspirado por Fabiola,
El Circo, sin parangón, estimuló su memoria.
De los cuentos infantiles saltó a versos excelentes,
guardando un gran equilibrio asombró a toda la gente.

Roque estaba tan volado que llegó a perder el piso,
quería caminar la cuerda en medio de un precipicio.
“Si con las letras lo hice, también en la vida real,
¡nadie se me ponga enfrente, no me vayan a estorbar!”.

La muerte que es muy taimada, le fomentó la locura:
“Lánzate, Roque ¡tú puedes! ¡Demuéstrales tu bravura!”
Alexandro decidido, una cuerda preparó,
que entre las torres gemelas de Catedral instaló.

Era un Domingo de Gloria, día por demás religioso,
todo San Luis observaba, no faltaba ni un chismoso.
—Yo pienso que sí la libra, es un cuate muy fregón.
—Yo creo que pierde la vida, por andar de valentón.

Opiniones encontradas motivaron las apuestas,
Fabiola dijo asombrada: “¡Qué fregaderas son estas!
Esto ya parece un circo, de esos de muy mala muerte,
espero que no se caiga, que lo acompañe la suerte”.

Empezó la travesía por la cuerda, vacilante,
el escritor, muy nervioso, poco a poco fue adelante.
Luego un viento malicioso alteró toda la escena,
la muerte estaba soplando, eso no era cosa buena.

Sopló tan fuerte la flaca que la cuerda bailoteó,
Roque no pudo con eso y pronto trastabilló.
Al perder el equilibrio se proyectó al precipicio.
“¡Echen paja!”, suplicó, pero nadie caso le hizo.

Al frente de Catedral, terminó en suelo sagrado,
los curiosos le miraban todito despanzurrado.
Se cobraron las apuestas sin la mayor dilación,
pa que nadie aprovechara la tremenda confusión.

La parca tomó su alma, dejó solo la basura,
lo recogieron con pala y le dieron sepultura.
Quedó envuelto en un petate, para cajón no alcanzó.
Alguno de los dolientes un epitafio escribió:

“Alexandro fue un autor de buena prosa y poesía,
un gran legado dejó, se esforzaba cada día.
Caminar la cuerda floja no fue su mejor talento,
pero nunca desistió y se murió en el intento”.

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