jueves, 31 de octubre de 2019

Daniel Leyva (1949-2019)


El regreso de Ulises

Cansado de navegar contra boros, etesios o sirocos
Contra los mistrales, céfiros u otros vientos, soplos o brisas
Tradicionales del Mediterráneo, el mare nostrum, nuestro
Marpán de cada día y habiendo resistido a la lasciva
Sensualidad de Calipso, sorteado el voraz e insaciable
Apetito caníbal de los lestrigones, sobrevivido
A los cetáceos cánticos de las sirenas, olvidado
Los amnésicos frutos por los lotófagos recolectados
Huido de Polifemo, en el fondo un pobre y desdichado tuerto
Vencido a la hechicera Circe y sus dulces pócimas porcinas
Odiseo arribó, finalmente, a su entrañable isla de Ítaca.

Penélope había fallecido apoyada sobre su rueca
Y el arco de Éurito fue hecho añicos, reducido a astillas
Y con su cuerda, a Telémaco, le sujetaron las muñecas
Antes de ser vendido como esclavo a los piratas cilicios.

Entonces, el hermenéutico Hermes, mensajero del Olimpo
Murmuró en el tímpano de Odiseo: tu argucia de madera
Y tu marítima travesía enfurecieron a los dioses.
Nadie puede gozar mayor popularidad o gloria que ellos
Y carcomidos por las pasiones, ofuscados por la envidia
Te sentenciaron al más terrible y severo de los castigos:

Hasta que la última exhalación humana se volatilice
Sobre el planeta y el caos vuelva a ser la materia sin forma,
El abismo desordenado, tu nombre estará en la memoria
De los hombres y tu periplo será, una y otra vez, cantado
En todas las lenguas divulgadas, apócrifas o ficticias

Y los dioses condenaron a la inmortalidad a Odiseo.

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