lunes, 31 de octubre de 2011

En el bosque - Andrea Saldaña

A los demás no les importa. En cambio a mí, me molesta mucho no saberlo. Por eso vuelvo a tratar de recordar y busco algún indicio… Me veo de nuevo caminando en el pasillo, buscando hacia ambos lados. El forro de los asientos en colores azul y verde-agua contrastaba con la blancura de los interiores.

La iluminación tenue de las luces ocultas proporcionaba una imagen agradable a la vista.

Al fin localicé mi lugar: fila 10, asiento C. Coloqué mi portafolio y la gabardina en la parte superior; mis compañeros de asiento, una pareja de edad avanzada, continuaron su tranquila conversación después de una leve inclinación de su cabeza en respuesta a mi saludo.

Se encendieron los avisos y una voz indicó abrocharse los cinturones y no fumar. El avión enfiló hacia una de las pistas y despegó. De pronto, las luces de los avisos se apagaron. El servicio de bebidas que empezó en las filas de adelante fue interrumpido. Volvieron a encenderse los avisos y una voz nos advirtió a los pasajeros que deberíamos permanecer en nuestros asientos, abrocharnos los cinturones y conservar la calma.

Empezó un vaivén y varios movimientos repentinos que causaron inquietud, luego miedo, angustia y lágrimas conforme los movimientos del avión aumentaban y se hacían más intensos. En unos segundos el DC 9 parecía un juguete en manos de un niño inquieto. Los relámpagos iluminaban la oscuridad y permitían ver como la lluvia aumentaba.

Pensé que mi seguro y todos los papeles estaban en orden. Traté de tranquilizarme releyendo las instrucciones en caso de aterrizaje de emergencia, pero me di cuenta que mis manos sudaban y un ligero temblor me dificultó fijar la vista en las palabras y dibujos. Dejé el instructivo en su lugar. La pareja a mi lado empezó a rezar “La magnífica”. Otros pasajeros trataban de hablar con sus familiares atrás de ellos para reiterarles su cariño. Una joven se desmayó, lo que provocó la solicitud de ayuda y una mayor confusión en todos nosotros, la sensación de impotencia y vulnerabilidad era casi insoportable.

El personal del avión circulaba trabajosamente por los pasillos tratando de calmar y ayudar a los pasajeros. El mareo empezó a aparecer en mi mente como una sensación difícil de postergar, no encontré en el respaldo frente a mi ninguna bolsa para el mareo, busqué un pañuelo en el bolsillo de mi falda.

Respiré profundamente y cerré los ojos sintiendo que ya no podía contener el vómito, percibí una luz brillante y un ruido ensordecedor…¿o fue a la inversa?

No lo sé. Simplemente no puedo recordar nada más, solo miro los cuerpos calcinados en el bosque, sin saber a ciencia cierta cual de todos es el mío.

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