Una tarde, Roque estaba
en el Colsan trabajando
muy diligente, chateando
y una revista diseñaba.
Mas de pronto la Calaca
a su cubículo se metió
a pedirle por favor
que un cuento él le editara.
--¡Hago libros, no milagros!--
dijo al acabar de leer
--pero, si me pagas bien,
tal vez se pueda arreglarlo.
Pero era ya muy tarde
la Calaca se había ofendido
le retiró su pedido
y al panteón quiso llevarle.
Por las calles inundadas
Roque intentó huir a nado
pero la muerte vino a hallarlo
ya por debajo del agua.
Tristes no hay que estar,
pues su tormento eterno
es quedarse en el infierno
con las diablitas a intimar.
Y desde abajo fácil es
de toda damisela viva
que camina descalza arriba
los piececillos ver.
(*Gracias a Lupescupe por este recuerdo in memoriam del ánima en pena de este bloguero)
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