jueves, 31 de octubre de 2019

Enrique Servín (1958-2019)


Nostalgia del futuro

Como el mal hijo que confieso ser, como buen hijo del desierto, que es una patria amante, pero ardua, yo también quiero irme.

Vagar por cualquier parte, más allá de este llano, no soñar tanto al mar. Y no volver en poco, sino en mucho, después de mucho tiempo.

El suficiente como para que la ciudad no fuera ya la misma, (rascacielos aún inexistentes, surtidores altivos, monumentos son nostalgias menores). El suficiente como para que los pacientes cerros hubieran ya cambiado de forma o de lugar. Y encontrar el lugar muy alterado, a punto de ser mar. O rodeado de lagos verdinegros, o patria nueva de colinas de lava de obsidiana esparcida, o como una cadena de islas incomunicables: la llana superficie de un mar solo. No soñar tanto al mar.

Yo sé que esto es posible. Yo mismo he visto quebradas costas y fragmentos de playas en medio del desierto, cortezas nacaradas en una piedra muerta, líquenes verdinegros en paredes de cal, las quietas florescencias de una selva ya ausente, la ancestral muerte en los mudos esquites.

Pero los cuerpos son frágiles y nos privan de tales espectáculos. Y los sueños avaros. Pocas veces ni ensueños el remoto futuro. Tales paisajes, y ya sé que, de irme, para luego volver, nada, sino lo mismo, es lo que habré de hallar.

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