martes, 1 de noviembre de 2016

Sobre la muerte - Marina Tsvietáieva

¿En base a qué indicio se establece la vida o la muerte de un escritor? ¿Acaso X esté vivo y sea contemporáneo y eficiente porque puede ir a una reunión, y Marcel Proust, que ahora ya no irá andando a ningún lugar, esté muerto? De esa forma sólo se puede juzgar a los velocistas.

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Si son suficientes cuatro años para resignarse por la muerte de un poeta como Blok, ¿cómo andarán entonces las cosas con Pushkin (1836)? ¿Y con Orfeo (¿)? La muerte de cualquier poeta, aunque sea la muerte más natural, es antinatural, es decir, un asesinato, por eso es infinita, ininterrumpida, y dura eternamente, en todo momento.

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¡Eso es terrible! Los libros resultan ser - la muerte. Quien lee mucho no puede ser feliz. Pues la felicidad se da inconscientemente, la felicidad es únicamente inconsciencia.

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Mientras seas poeta, para ti no habrá muerte en los elementos, pues todo te devuelve al elemento de los elementos: la palabra.
Mientras seas poeta, para ti no habrá muerte en los elementos, porque no hay muerte, sino regreso al seno materno.
La muerte del poeta es la renuncia a los elementos. Es más fácil cortarse de inmediato las venas.

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Una persona tras leer el Werther se pega un tiro; otra lo lee también, y porque Werther se pega un tiro, decide vivir. Una actuó como Werther, la otra como Goethe. ¿Lección de autoaniquilación? ¿Lección de autodefensa? Lo uno y lo otro. Goethe, según una cierta ley de un momento determinado de su vida, debía disparar a Werther; el demonio suicida de toda una generación debía encamarse precisamente mediante la mano de Goethe. Dos veces fatal necesidad, y como tal, irresponsable. Y llena de consecuencias.

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La muerte es terrible sólo para el cuerpo. El alma no la razona. Por eso, en el suicidio, el cuerpo es el único héroe.

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Una casa donde alguien se está muriendo es silenciosa. Una casa en donde se ha muerto alguien es atronadora. La primera riega con agua muerta todos los rincones, duerme. La muerte está en cada ranura. En cada cavidad del suelo hay una fosa. Una riega con agua muerta, la otra salpica con agua viva. Un frasco con agua viva hecho añicos, y en cada pedazo, aunque hiera, hay vida. En la casa del moribundo no se llora, y si lloran se esconden. En una casa donde alguien ha muerto se llora amargamente. El primer ruido, el de las lágrimas.






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