el mundo le suele llamar.
Oníricos paisajes y mórbidos seres,
Oníricos paisajes y mórbidos seres,
sus páginas suelen morar.
Gritos sombríos y canticos del inframundo
resuenan entre su tumba.
Annabel Lee, entre tétricas lunas,
resplandeciente como la espuma del mar
resurgía desde las olas
resurgía desde las olas
para su lóbrego sepulcro profanar.
Amante de la locura, ¡oh, Señor de la nostalgia pura!
Amante de la locura, ¡oh, Señor de la nostalgia pura!
Dichosos los invitados a la ribera de la noche plutónica.
Los demonios, gatos negros y sombras
Los demonios, gatos negros y sombras
desdichadas, danzan ante el ¡Cuán aquelarre!
Los melancólicos cuervos sus plumas de ébano
Los melancólicos cuervos sus plumas de ébano
en su tumba dejan yacer.
Al resonar los tañidos de la medianoche, ante su óbito,
Al resonar los tañidos de la medianoche, ante su óbito,
barriles de exquisito vino se hacen desembocar.
No sin antes mencionar que la cadavérica muerte roja
No sin antes mencionar que la cadavérica muerte roja
hacía presente su asistencia en ese fúnebre lugar.
Poesía con aroma a bayas de enebro,
Poesía con aroma a bayas de enebro,
poesía con sabor a tormento.
¡Oíd! a los lamentos y cadáveres sin diente alguno
¡Oíd! a los lamentos y cadáveres sin diente alguno
que descienden del averno para alabar
la vida de la célebre alma inmortal,
el poeta que no podrá librarse
el poeta que no podrá librarse
de la amargura de aquel cuervo miserable ¡Nunca más!
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