Considera, hermana, que morir tenemos:
las mariposas mueren en el viento.
Candil del parque, ya sin luz y fuerza,
fragmento oscuro de apagada estrella.
¡Oh rosa, trampolín en donde toman
su fuga de alas duplicadas rosas!
¡Oh, carne azul de flores engendrada!
¡Oh aceite, oh fuego, oh lámpara!
Ángel sin idea, pájaro sin palabra,
avión con vida, crisantema con alas.
Como el cartujo, cava tu sepultura
en el rincón de brisa donde Dios se perfuma.
La mariposa es irse, deshacerse;
polvo de oro, recuerda que polvo eres.
Por eso, si mortal, no mates ansias
del niño que te aviva entre las ramas.
No codicies la miel de los geranios,
pétalo al fin con alfiler clavado.
La vida es vuelo y tras el vuelo comienza.
¿No hay camposantos de mariposas muertas?
Acaso algún poeta se llevará tus alas
como señal de libro o esperanza.
Acaso entre dos álamos la muerte,
¡oh color y suspiro!, te nos lleve.
Te envolverá la sábana del cielo,
te encerrará la caja azul del viento.
¡Oh incensario, oh sol, oh reloj trémulo!
Considera, hermana, que morir tenemos...
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Tomado de Ejercicios para las bestezuelas de Dios (Jus, 1951)
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