sábado, 2 de noviembre de 2013

No me lloren entonces - Jonatan Gamboa

Cuando yo me vaya,
¿me extrañaran ustedes
que hoy se ausentan?
¿Acaso entonces
enunciarán virtudes
que hoy se esconden
a las miradas parcas
de quienes voltean
lejos de mis pesares?

Díganme:
¿Morir santifica?
¿Matarse aclara
las lógicas?
Porque resulta
que acudí a sus brazos,
que conté las penas
y sigo pagando cuentas,
brindando alivio a sus llantos,
viajando por las sierras
para brindar amor,
conteniendo las agresiones,
sonriendo a la dependiente,
a la de mirada dulce…

Díganme, pregunto:
¿La lluvia les recuerda
a quien hoy camina a solas?
No me digan que no saben
que canto un blues
por cada nombre,
que mis letras vivas
son la ausencia obligada
por las leyes que acusan
de ser el fuerte y oprimen
para compensar
que el Patriarcado
ha golpeado inocentes,
inocentes que no se parecen a mí,
inocentes que no sometí,
pero por las que pago
una justicia miope
que sólo ve género
pero olvida las almas.

A la mierda su opresión,
a la mierda su necesidad
de compensaciones
generalizantes que matan
la vida sin distinción,
aunque les duela:
no sólo los marginados sufren,
¿por qué olvidan
que para sufrir
no hay distinciones?

Cuando yo me vaya
lárguense a la mierda
con sus lágrimas,
húndanme en el Infierno
y no me salven
con ceremonias vacías,
guárdense mi lista de virtudes.
Desprécienme como hoy,
para entonces
no me servirá
ni su lástima ingenua,
ni sus juicios pendejos,
ni sus vínculos miopes,
ni sus recuerdos obtusos.

No me lloren entonces.
Porque hoy que un abrazo
me colmaría de la calma
que tanto he buscado
no están,
ninguno, ninguna,
no le mientan a mi recuerdo:
hoy lloro en soledad,
sin virtudes, sin amigos,
sin vínculos, sin empatías…

Así que no me lloren,
déjense de idioteces,
moriré por gusto,
con las injusticias
de mi mente obtusa,
sin salidas sencillas;
no hay decisión fácil
para quien,
alejado del amor,
busca el requiescat
para el abrigo olvidado
de los hombros cansados
de esperar consuelos.

Cierto,
hay quienes no precisan
de los otros para sonreír,
pero habemos débiles,
almas pueriles
que ruegan consuelos.
Somos seres risibles,
somos entes sin luz,
¿de qué valdrá llorarnos luego?,
si hoy no valemos
y en la muerte
buscamos el abrigo
de lo que no pudimos
gozar en vida.

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